Capítulo 57 Sumisión
Cuando Mariana abrió los ojos, aquella mirada la sobresaltó de inmediato.
Por instinto, quiso retroceder.
Pero antes de que pudiera moverse, Enrique le agarró el tobillo de pronto y la arrastró hacia él de un tirón.
Mariana soltó un grito agudo y, enseguida, levantó la otra pierna. Su intención era darle una patada, pero él, al percatarse de ello, no dudó en absoluto: le sujetó la rodilla y la presionó hacia un lado.
—¿Qué haces?
Mariana pretendía reprenderlo, pero acababa de despertar, y su voz tenía un matiz marcadamente ronco que, en la oscuridad de la noche, le daba un tinte más íntimo.
Enrique no respondió; simplemente le sostuvo ambos pies y los levantó, haciendo que el camisón de Mariana se deslizara hacia abajo.
En la penumbra, su piel parecía emitir un leve resplandor, meciéndose en la mirada de quien la observaba.
Pero Mariana sentía que, en ese momento, era como un pez tendido sobre la mesa, listo para ser cortado.
Enrique presionó una de sus piernas con una mano, mientras c

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