Capítulo 21
Bajo la luz, Ignacio contemplaba los arañazos en la palma de su mano y tragó saliva: —¿Él es quien te adoptó?
Sonia apretó con fuerza la lata de comida para gatos y, finalmente, asintió con la cabeza.
El viento se colaba por la rendija de la puerta, trayendo consigo el aroma del café. De pronto, los dos quedaron en silencio.
—Antes me gustaba mucho, pero ahora ya no.
Dijo Sonia de pronto, con una voz tan leve como una pluma.
—Incluso esa gata me la regaló él, pero ya he aprendido a soltar. Ahora él tiene a quien quiere.
Ignacio se agachó para recoger a Niebla, y vio cómo los ojos de Sonia se humedecían, aunque ella mantenía la cabeza erguida con tozudez.
No preguntó nada más; al fin y al cabo, todo el mundo tiene un pasado.
Al llegar al portal de su edificio, Ignacio de repente puso a Niebla en brazos de Sonia.
Niebla se acurrucó dócilmente entre sus brazos, el cascabel de su collar sonando suavemente: —Quédate con ella, no puede vivir sin ti.
Sin esperar respuesta, Ignacio se dio la v

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