Capítulo 20
La luz del sol se reflejaba en las pupilas contraídas de Ignacio, dibujando la silueta recta de su espalda mientras se interponía entre ellos.
Niebla, en brazos de Sonia, erizó el pelo y, con los ojos muy abiertos, le gruñó a Diego.
—¿Y tú qué pintas aquí? ¡Apártate de una vez!
—Sonia, lo admito, fue culpa mía. ¿Por qué no volvemos juntos a casa? —Su voz sonaba tan autoritaria como siempre, sin admitir réplica.
Alargó la mano para rozar el cabello de Sonia, pero ella se apartó.
Aquel simple gesto le dolió como una puñalada en el pecho.
—No voy a volver, y prefiero que no vuelvas a buscarme.
Las palabras salieron de los labios de Sonia sin pensarlo.
—Acosar a una mujer en un lugar público es ilegal.
Las palabras de Ignacio enfurecieron a Diego: —Lo que pase entre Sonia y yo no le incumbe a nadie. Cuidarla es mi responsabilidad.
—¿Responsabilidad?
Sonia dejó escapar una breve risa; su tono era frío e indiferente.
Abrazó con fuerza a Niebla y respondió lentamente: —Diego, tengo veinticuat

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