Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 4

En la apartada carretera hacia la villa, las luces eran escasas. Camila sacó una aguja de plata de su bolso y, con agilidad, la clavó en cuatro puntos de acupuntura en su propio cuerpo. En la hacienda, se sentía que ardía. Aparte de ella, nadie en toda la hacienda lo había notado. Era discípula directa del doctor Diego. El doctor Diego gozaba de un renombre que resonaba en el mundo médico como el Gran Maestro de la Medicina. Cuando ella tenía apenas tres años y aún jugaba en el barro con los niños del pueblo, se encontró por casualidad con el doctor Diego, que guiaba a un grupo de estudiantes a las montañas para lograr recolectar hierbas. Ella, impulsada por la curiosidad, los siguió para tratar de escuchar su conversación y de esta forma logró identificar algunas plantas medicinales. A la hora de comer, los demás niños regresaron a casa, pero ella, con los dedos sucios en la boca, observaba con cierto deseo a aquellos estudiantes comiendo fideos instantáneos. Vio que habían recolectado muchas hierbas, algunas de las cuales había escuchado que eran variedades raras y difíciles de conseguir. Entonces fue sola a la montaña, trajo un buen puñado y le preguntó al anciano de cabellos blancos que lideraba el grupo: —Señor, le doy Vernonia amygdalina, Plantago major, Plectranthus amboinicus... ¿Podría darme un bocado de sus fideos? Tengo hambre... Quizás fue porque pronunció de corrido el nombre de varias plantas medicinales que sorprendió sobre manera al doctor Diego. Él no solo le dio una gran taza de fideos instantáneos, sino que también le compró varias cajas para que las llevara a su casa. Pero en su hogar solo encontró a una madre trastornada y a una abuela enferma postrada en la cama. Desde ese momento, el doctor Diego comenzó a visitarla con frecuencia y hasta curó a su abuela. Fue en ese entonces cuando ella decidió seguirlo y aprender medicina. Sin embargo, hacía dos años el doctor Diego había fallecido, dejándole esta caja de agujas de plata. En el año que regresó a la familia Gutiérrez, utilizó esas agujas para curar la periartritis escapular de Javier, la migraña de Laura, la cervicopatía de Bruno, la neuralgia del trigémino de Carlos, el insomnio de Felipe, la tenosinovitis de Gabriel, Héctor e Ignacio... e incluso el enfriamiento uterino de Julia, en fin, un mundo de males. En cuanto a Esteban, él mismo era médico, y un cirujano muy competente. Sentía cierto rechazo que ella tratara enfermedades con agujas de plata. Lo que más recordaba era la advertencia de Esteban: —El doctor Diego tuvo muchos estudiantes. Ahora que ha muerto, no vayas por ahí usando su nombre para pinchar a la gente a tu antojo. Si cometes un error, destruirás la reputación del doctor Diego. Pero lo cierto era que ella había curado los males crónicos que atormentaban a su padre, a su madre y a varios de sus hermanos a lo largo de los años. Ellos disfrutaban de los beneficios que ella les brindaba, pero despreciaban que utilizara agujas de plata, hasta el punto de ignorarla por completo. En su vida anterior, por esas fechas también había tenido una fiebre muy grave. De no haber sido porque Julia fue a buscar la Lágrima de ángel y la encontró en ese lugar, quizás habría muerto en el cuarto de trastos sin que nadie lo supiera. Por suerte, ya no tenía ningún tipo de esperanza puesta en ellos. ... Camila llegó al centro de la ciudad, compró algunos medicamentos y descansó una noche en un hotel. A la mañana siguiente, se preparó para alojarse en la escuela. Aunque era la escuela más prestigiosa de Nubia, donde todos los estudiantes provenían de la nobleza, el colegio, pensando en la privacidad y el descanso de los alumnos al mediodía, había dispuesto dormitorios para cada uno. Pero casi nadie vivía en el internado. Ella, en cierto modo, pondría un precedente. Sin embargo, en cuanto puso un pie en la puerta, sintió algunas miradas extrañas y escuchó murmullos a su alrededor. —¿No es esa Camila? Escuche que la expulsaron por robar. —¿Y por qué arrastra una maleta? ¿No será que ahí adentro lleva todo lo que robó? —¡Quién lo diría! Parecía una chica tan tranquila y recatada... Camila no necesitó pensarlo dos veces para saber que aquello era otra artimaña de Julia e Ignacio. En su vida anterior, también le habían impuesto esa falsa acusación, convirtiéndola en la persona más odiada de la escuela. Las voces a su alrededor la llevaron incluso a la depresión. No es que no hubiera intentado defenderse, pero ante las crueles burlas verbales de Julia, cada palabra suya solo la hundía más. Incluso sus compañeros de clase propusieron echarla a otro grupo. Hasta su maestro de grupo, a quien siempre había respetado, la miró con cierta frialdad. —La influencia negativa que has traído a nuestra clase es demasiado grande. Ellos están a punto de convertirse en los mejores del país. Si les haces perder el tiempo, ¿cómo responderás? Mejor cámbiate a otra clase. Pero la verdad era que ella tenía más posibilidades que nadie de convertirse en la número uno del país. Aun así, en aquel asunto, el maestro, igual que los demás, decidió mejor no confiar en ella y la abandonó. Incapaz de soportar por más tiempo la violencia verbal, cedió y se fue a una clase de bajo nivel, pensando que con esfuerzo aún podría alcanzar el primer puesto a nivel nacional. Pero no esperaba que en esa clase hubiera una gran cantidad de admiradores de Julia y que, bajo la dirección de Ignacio, la sometieran a medio semestre de acoso escolar. Durante las clases, le tiraban del cabello, le derramaban tinta en la ropa, untaban pegamento en su silla, le ponían ratas muertas en la mochila y le lanzaban balones de baloncesto, voleibol y béisbol a la cabeza durante educación física... El causante de todo esto, Ignacio, observaba desde no muy lejos del lugar. Cuando el acoso terminaba, se acercaba con desprecio. —Este es el castigo que mereces por robar. Para que dejes esas malas costumbres, he intercedido varias veces por ti ante ellos. Deberías agradecerme. Así, en medio de tantas agresiones, se vino abajo. El día del examen de acceso a la universidad, Julia incluso se presentó con aparente preocupación, le dio un vaso de leche fresca y le pidió que hiciera un buen examen. Ella sabía a la perfección que Julia no era tan amable, pero bajo la mirada fulminante de Ignacio, terminó bebiéndosela. El resultado fue que, por culpa de la diarrea, su examen fue un completo desastre. Al recordar esas escenas tan crueles, en el rostro de Camila solo quedaba frialdad. Lo extraño era que, en esta vida, la habían expulsado de la escuela. Sin embargo, no sería tan fácil conseguirlo. Ya no era la Camila obediente de su vida pasada, dispuesta a soportar cualquier tipo de humillación en silencio. Arrastrando su maleta, se dirigió directo a la oficina académica. El director de estudios le tiró un papel. —Camila, mira lo que has hecho. ¡Has sido expulsada de la escuela! Camila se agachó para poder recogerlo: era un documento de expulsión con el sello del subdirector estampado en él. Sonrió con ironía. —Antes de expulsarme, ¿ustedes consultaron con el director? El director de estudios se quedó asombrado y luego sonrió despectivo. —¿Acaso hace falta molestar al director para expulsarte? Estudiantes como tú, que no quieren aprender, solo manchan el nombre de la escuela, y en la sociedad serán unos parásitos. Camila sonrió con frialdad y rompió en dos el documento de expulsión. —Si quieren expulsarme, que sea el director quien lo firme. Agarrando su maleta, se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás. El director de estudios quedó completamente estupefacto.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.