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Capítulo 3

Bruno apoyó de golpe la mano sobre la maleta. —¿Estás loca o qué? —¿Qué escándalo estás armando ahora en plena noche? —Javier se acercó a grandes zancadas, con un tono cargado de ira—. ¡El viaje alrededor del mundo que tu madre y yo planeamos ya se ha retrasado por tu culpa! ¿No puedes aprender a ser tan sensata como Julia? Otra vez la excusa el viaje alrededor del mundo. En su vida anterior, cuando ella sufría todo tipo de tormentos en el manicomio, los había llamado innumerables veces pidiéndoles auxilio. Pero ellos decían que los médicos lo hacían por su bien, que debía comportarse bien, porque ellos tenían que seguir viajando alrededor de todo el mundo. Al final, solo cuando Julia fue herida por otros pacientes psiquiátricos regresaron, y de paso la vieron a ella por un momento. Esa fue también la vez más cruel de todas, cuando la empujaron y la condujeron directo hacia la muerte. Ella nunca había sabido que en el mundo podían existir padres tan irresponsables. Camila con frialdad les replicó: —¿Ustedes quieren que yo me porte bien? —Ustedes me trajeron de vuelta, pero me abandonaron en casa, me hicieron vivir en ese cuarto viejo y lleno de chécheres, sin dejarme ver a nadie. He pasado un año entero en esta casa, sin poder disfrutar del más mínimo trato que debería tener la hija de la familia Gutiérrez. Ni hablar de dinero o de gloria alguna: ni siquiera el gasto diario me lo han dado, ¡he tenido que ganarlo trabajando con esfuerzo! ¿Qué me han dado ustedes? Javier la miró incrédulo. No era que hubiera reconocido su error, sino que estaba impactado por el tono en que esa muchachita le hablaba, atreviéndose a ser tan descortés. Pálido de la rabia le dijo: —¿Cuánto dinero más quieres? ¡Ese mal hábito tuyo de estar siempre pidiendo dinero, ¿cuándo lo vas a dejar?! Laura, con paciencia, añadió: —Aunque sabemos que la mesada que te damos es poca, no es que no te demos nada. Nos estás difamando. Además, lo hacemos por tu bien: cuando dejes esos malos hábitos del campo, te daremos lo que tú quieras. Camila sonrió de ira. —Qué ridículo. ¿Eso que ustedes llaman "por mi bien" es hacerme vivir peor que una miserable criada? La criada por lo menos tiene sueldo. ¿Y yo? Javier y Laura se quedaron sin palabras. Ellos casi siempre estaban afuera, rara vez se ocupaban de lo que pasaba en casa; solo sabían que sus hijos varones ayudaban a Camila a "corregir" los malos hábitos del campo, pero ignoraban cómo vivía en realidad. Javier y Laura miraron al mismo tiempo hacia el hijo mayor y el menor, que aún estaban en casa. Ignacio y Bruno sacaron una tarjeta y se la tendieron. —Todo este escándalo es porque quieres dinero, ¿verdad? Pues aquí tienes doscientos mil dólares, ¿es suficiente? Camila sonrió con sarcasmo. —Ja, ja, ja… guarden ese dinero para su hermanita. —Camila, no te enojes, todo es culpa mía. Lo que quieras, puedo dártelo, siempre que estés dispuesta a perdonarme —dijo Julia con una expresión de remordimiento. Camila arqueó una ceja y la miró con desprecio. —Muy bien, entonces dame la Lágrima de Ángel que papá y mamá te regalaron. ¿Te atreves? Julia mordió nerviosa sus labios, con los ojos llenos de lágrimas, y se mostró terriblemente ofendida. —¡Camila, no seas exagerada! —Ignacio no pudo evitar gritar. Camila dejó escapar una risa sarcástica. —Si no te atreves, entonces no te hagas la generosa. —Ese título de hija de la familia Gutiérrez no me interesa en lo absoluto. —Si tanto lo quieres, te lo regalo. Después de decir esas palabras, Camila tiró de la maleta y, tomándola por el asa, salió a grandes pasos de la hacienda. Su caminar era decidido, su espalda, erguida. Toda la familia se quedó asombrada. Nunca habían visto a Camila comportarse de esa manera. Julia, en secreto, se sintió complacida: aquello que hacía Camila sin duda alguna la empujaba aún más lejos a la familia Gutiérrez. Pero en la superficie fingió estar preocupada. —Camila... en realidad se fue... —Solo nos está desafiando. —La consoló Laura—. No te preocupes por eso, en unos días, cuando no pueda arreglárselas afuera, volverá. Javier, en cambio, rugió a todo pulmón: —¡Si tienes el valor de irte, no vuelvas! ¡Considera que para la familia Gutiérrez ya no tienes padres! Si Camila creía que podía amenazarlo con irse, era muy ingenua. Él no pensaba ceder: si esta vez le daba el gusto, ¿qué pasaría después? Camila se detuvo por unos instantes y le sonrió. —Perfecto, me viene bien. Hoy mismo rompo toda relación con ustedes. —¡Y no volveré a poner un pie en la familia Gutiérrez! Su voz era clara, y decidida, sin el más mínimo de duda. Aunque la ropa empapada la hacía parecer algo desaliñada, sus pasos eran decididos y determinantes. Los Gutiérrez se quedaron por un momento sin ningún tipo de reacción, y luego empezaron a reprochar una y otra vez. —¡No le hemos negado comida ni ropa! ¡Lo que acaba de decir es exagerado! Con el rostro sombrío, Ignacio le dijo: —Está loca, se va, así como así. ¡Quiero ver cómo piensa vivir después de dejar a la familia! —Cierto, y la escuela de élite a la que asiste fue Bruno quien la metió. Si quiere cortar con nosotros, que lo haga de forma limpia y definitiva. Bruno, llama al director ahora mismo para que la expulsen, así veremos si no vuelve llorando a pedirnos perdón. Julia había dicho que, aparte de la familia Gutiérrez, el lugar que más le gustaba a Camila era esa escuela. Si ni siquiera ahí podía quedarse, no tendría a dónde ir, y seguro volvería con la cabeza agachada y reconocería su error. Bruno hizo mala cara y respondió: —Sí, hay que darle una lección para que sepa que, sin nosotros, no puede dar un paso en Nubia. Al oírlo, Julia se sintió complacida por dentro. Javier y Laura tampoco se opusieron a todo esto: era cierto que había que darle una lección a Camila para que aprendiera a comportarse. De lo contrario, si seguía de esa manera con sus berrinches, ¿cómo iban a viajar ellos por todo el mundo con total tranquilidad?

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