Capítulo 16
En el sótano, en cuanto él abrió la puerta, la luz cegó a Berta.
Llevaba varios días sin ver la luz del sol. Siempre estaba encerrada. Instintivamente, se tapó los ojos y, en ese momento, recordó algo y levantó la cabeza para mirar.
¡Era Abelardo!
Berta, como si viera una esperanza de salvación, no pensó en nada más y se aferró a su pierna, llorando y suplicando.
—¡Ya sé que estuve mal, de verdad lo sé, perdóname! ¡Ya no quiero nada, sólo déjame salir! ¡Haré lo que sea!
En tan solo unos días, había adelgazado muchísimo. Su figura, antes redondeada por el embarazo, estaba flaca y demacrada.
Él la miró con calma y dijo: —Mientras pagues lo que le debes a Natalia, te dejaré ir.
Al escuchar esto, volvió a tener esperanza y asintió varias veces. —¡Sí, sí! Todo fue culpa mía, fui yo quien difamó a Natalia. Fue porque quería quedarme contigo, ya entendí mi error. Todo lo que le hice sufrir bajo las reglas de la familia, se lo puedo pagar.
Con tal de poder escapar de ese lugar, ella no pensaba

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