Capítulo 9
Al despertar de nuevo, la mano de Marta estaba firmemente sostenida por alguien.
Ella se movió, y esa persona se puso de pie de inmediato, mirándola con ternura. —Martita, ¿cómo te sientes? El médico ya te ha revisado, tu cuerpo no tendrá secuelas.
Andrés sacó una delicada caja de joyas y la puso en su mano para que la abriera.
—Ya recuperé tu collar y, además, conseguí para ti un juego completo de joyas de rubíes.
—En cinco días será nuestra boda. Ese día, yo mismo te las pondré.
Sin embargo, Marta sólo miraba al techo con la mirada vacía. —Ya averiguaste quién filtró la información, ¿verdad?
La expresión de Andrés se endureció y sus ojos reflejaron una culpa tangible. —Lo siento, no sabía que Viviana había estado publicando nuestras interacciones en internet.
—Ya le pedí que lo borrara. No volverá a pasar.
Marta soltó una risa desesperada y no volvió a prestar atención a Andrés.
Durante los días siguientes, mientras Marta permanecía en el hospital recuperándose, Andrés estuvo acompañándola todo el tiempo.
En ese periodo, Viviana mandó a alguien a buscarlo dos veces, pero Andrés nunca regresó.
No fue sino hasta el día antes de la boda que Rubén entró y le susurró algo al oído.
Sólo entonces Andrés miró a Marta con disculpa. —Perdón, Martita, en la empresa necesitan que regrese por un proyecto importante.
—Después de la boda de mañana, nos iremos de luna de miel y yo me encargaré de compensarte por todo esto.
Tras la partida de Andrés, Marta por fin abrió los ojos y desbloqueó el celular que llevaba sonando un buen rato.
Era un mensaje de Viviana, quien le enviaba una ecografía. [Marta, estoy embarazada de Andrés. Dime, ¿tu boda de mañana aún podrá llevarse a cabo?]
Marta permaneció impasible y silenciosamente hizo una copia de seguridad del chat.
Todo lo que Viviana y Andrés le habían hecho, ella lo devolvería con creces.
El día de la boda, Marta llegó al lugar con anticipación para confirmar los cambios de último momento en el programa.
No esperaba que hubiera alguien más que hubiera llegado aún antes.
Al pasar por el vestidor, escuchó voces familiares provenientes del interior.
Marta empujó la puerta y vio a Viviana llorando en voz baja, apoyada sobre el pecho de Andrés.
—André, hoy te casas. A partir de ahora, lo nuestro será una relación a escondidas.
—Por favor, déjame ser la dama de honor de la señorita Marta vestida de novia, ¿sí? Quiero casarme contigo de nuevo, aunque sea aquí, en mi país.
Pero esta vez, no se sabía por qué, Andrés, que siempre había consentido a Viviana, no se apresuró a consolarla ni aceptó de inmediato.
Sólo cuando Viviana se puso de puntillas para besarle los labios, él respondió con voz ronca: —Está bien, lo prometo. Pero debes hacerle caso a Martita en todo.
La respiración de ambos se volvió más agitada. Marta los observó un momento y luego entregó al departamento legal tanto la prueba de embarazo de Viviana como el video que acababa de grabar.
Muy pronto, la boda comenzó.
La boda entre la familia Salazar y la familia Herrera siempre había sido un tema de conversación entre la gente.
Especialmente la unión de Marta y Andrés, una pareja poderosa que, sin duda, elevaría la fuerza de ambas familias a otro nivel.
Ese día, la decoración del lugar fue de lo más esmerada: había innumerables tesoros de valor incalculable y una multitud de distinguidos invitados de todos los ámbitos de la sociedad.
Pensando que pronto se casaría con Marta, Andrés caminó hacia el salón de banquetes con una alegría evidente.
Sin embargo, de repente sintió una inexplicable inquietud, como si algo estuviera a punto de salirse completamente de su control.
Cuando estaba a punto de empujar la puerta, dos guardaespaldas lo detuvieron.
Andrés preguntó con voz severa: —¿Ustedes qué hacen?
—Señor Andrés, Joaquín nos ha dado órdenes: no se le permite arruinar la boda.
Andrés estaba atónito. —Pero hoy es mi boda con Marta.
Apenas terminó de hablar, la voz clara de Marta resonó en el salón de banquetes.
—Por razones personales de Andrés, el novio de esta boda será reemplazado por Cristian.