Capítulo 82 Entonces quédate.
Las palabras de Mariana se apagaron en el aire, y Enrique guardó silencio por un instante.
Luego, curvó apenas las comisuras de los labios. —Veo que no te rindes tan fácil.
—Así que lo sabías todo. —Mariana no hizo caso a su burla y continuó—: Anoche me estabas engañando.
—Ella no te odia.
Enrique ignoró por completo lo que ella había dicho y soltó: —Lo que detesta es que yo no viva como ella quiere. Ya le dije que, de ahora en adelante, no volvería a...
—¿Y con qué me lo garantizas?
Lo interrumpió Mariana de inmediato.
Enrique giró la cabeza para mirarla.
Y entonces preguntó: —¿Desde cuándo te preocupa tanto este niño? Si no recuerdo mal, al principio... tú tampoco lo querías, ¿o sí?
Esa frase dejó a Mariana inmóvil.
Pasó un momento antes de que respondiera: —No quererlo es asunto mío, pero que alguien intente matarlo... eso es otra cosa.
Enrique no dijo nada.
En el dormitorio, el silencio se volvió espeso, como una cuerda invisible apretándoles el cuello a ambos.
—No puedo prometerte

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