Capítulo 52 Quiero diez millones de dólares
Mariana no sabía de qué había hablado Enrique con Emilio.
De todos modos, cuando salió, su semblante estaba aún más sombrío.
Mariana no preguntó ni mostró el más mínimo interés.
Al subir al auto, se pegó casi por completo a la puerta, girando la cabeza para mirar por la ventana.
El paisaje se sucedía y retrocedía a toda prisa, y la velocidad... Aumentaba cada vez más.
Mariana no necesitaba mirar el velocímetro para saber que Enrique iba, sin duda, a exceso de velocidad.
Aun así, no dijo nada: se limitó a sujetar con fuerza el cinturón de seguridad contra su cuerpo y cerrar los ojos.
Antes, Mariana siempre había creído que Enrique no tenía mal carácter, que simplemente era frío por naturaleza.
Pero ahora lo sabía: él estaba realmente loco.
Por eso, en ese momento, aunque decidiera estrellarse contra un poste llevándola consigo, ella no se sorprendería.
Sabía que no tenía escapatoria, así que ni siquiera intentó resistirse.
Y justo cuando pensaba que de verdad estaba en peligro, la veloc

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