Capítulo 45 Despojada
La taza se estrelló contra el suelo y los fragmentos que saltaron alcanzaron la pierna de Mariana, rasgándole la piel.
Pero ella no sintió dolor alguno.
Su mirada descendió hasta la amplia mancha que se extendía sobre el hombro de Enrique.
Eran las quemaduras provocadas por el agua hirviendo.
La humedad se había extendido por gran parte de su camisa, pero él no dijo nada. Después de apartar a Mariana hacia un lado, se volvió hacia Emilio: —Padre.
—Llegaste justo a tiempo. —La mirada de Emilio recorrió a Enrique de arriba a abajo—. ¿Escuchaste lo que acabo de decir? Así quedará decidido. Y, desde hoy, tú y Mariana vivirán aquí. Hay cosas que...
—Lo siento, pero no puedo aceptar eso.
Enrique lo interrumpió de lleno.
—¿Qué dijiste?
—Esto es asunto mío y de Mariana, no requiere su intervención. Y en cuanto al camino que tome Pablo en el futuro, tampoco es algo que usted deba decidir.
—Tú...
—¡Enrique!
La expresión de Emilio se ensombreció hasta el límite. La señora Antonia, al verlo, se le

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