Capítulo 38 Una Persona que No Sabe Agradecer
Pablo no quiso seguir preguntando.
Al principio había pensado decir que, si no fuera por toda la suciedad de Enrique y los suyos, ¿cómo podría Mariana haberse empeñado tanto en querer divorciarse?
Durante todos esos años, Pablo sabía que Mariana no era feliz.
Pero nunca imaginó que lo que ella había soportado en la familia Sánchez fueran tantas humillaciones y agravios.
Al recordar la evidente marca de una cachetada en la mejilla de Mariana hacía unas semanas, su rabia se encendió al instante. Ya no dudó más: apretó los puños y estuvo a punto de lanzarse hacia adelante.
—¡Pablo!
La voz de Mariana sonó de repente.
Antes de que Pablo girara la cabeza, ella ya había dado unos pasos rápidos y le sujetó el brazo con fuerza.
—¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loco?!
Pablo no dijo nada; solo miró a Enrique con los ojos enrojecidos.
Mariana le pidió, apretándolo contra sí. —¡Cálmate!
Pero Pablo apartó su mano de un tirón y la increpó: —¿Por qué no me contaste nada? ¿Cómo soportaste todo esto? ¿Acaso, para

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