Capítulo 25 ¿En qué me equivoqué?
—Enrique...
Mariana mordió su labio y la voz se le escapó.
Lo que al principio debía ser una frase cargada de ira, en ese instante se transformó en un susurro romántico.
El sonido de su respiración se escuchaba con claridad dentro del auto.
En ese momento, Mariana ya no podía preocuparse por nada más.
Esa comezón que recorría su cuerpo era como una mano invisible que la guiaba, paso a paso, hacia Enrique.
Él, por su parte, no apartó la mano de Mariana, pero tampoco hizo ningún otro movimiento; simplemente bajó la mirada y la observó fijamente.
Mariana pensó que, si Enrique hubiera vivido en la antigüedad, sin duda habría sido de esos hombres que, aunque los sometieran a las más crueles torturas, no dejarían escapar ni un gemido.
O tal vez Lucía le había dado una droga falsa.
De lo contrario, ¿cómo era posible que hasta ese momento él aún... se mantuviera impasible?
Mariana también había intentado resistir con firmeza e ignorarlo.
Pero su cuerpo no obedecía.
Esa determinación apenas le

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