Lo recibí con una sonrisa.
"Ve a lavarte. En 5 minutos estará lista la cena".
Me besó en la mejilla como si fuéramos esposos y luego subió a cambiarse.
"No tenía idea de que supieras cocinar".
Me abrazó por la cintura y apoyó la barbilla en mi hombro.
"En la universidad tomé clases de cocina. A propósito, he asaltado tu bodega y saqué una botella de garnacha. Espero que no te importe".
"¿El Châteauneuf-du-Pape?"
"Ese mismo".
"Tienes muy buen gusto".
Me dio una palmada en el tr*sero y sonrió satisfecho.
Llevé los platos al comedor.
Nos sentamos en la inmensa mesa y compartimos una acogedora comida.
Pero sin velas.
Kieran se entretuvo comiendo.
Me bebí casi toda la botella.
El vino llevaba decantándose alrededor de una hora.
Gracias a su aroma afrutado a frambuesa y fresa, olvidé que estaba bebiendo alcohol y no zumo.
Después de cenar, él recogió los platos.
Nos recostamos en el sofá de la sala y empezamos a buscar canales.
Estaban emitiendo un insípido drama romántico en la televisión.