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Capítulo 2

Marta relató lo ocurrido ese día. La sonrisa de Joaquín se congeló en su cara, y enseguida apareció una profunda ira. —Si no hubiera sido porque tú lo elegiste aquel año, con esa forma suya de dejarse llevar por las emociones hacia Viviana, ¿cómo podría yo haber permitido que él fuera el heredero? —Martita, entre los jóvenes aptos de la familia Salazar puedes elegir a quien quieras, y quien elijas será el nuevo heredero. Marta meditó un momento. —Entonces, hagamos un sorteo. El mayordomo trajo rápidamente el cilindro para los sorteos, y Marta sacó una papeleta. Pero al ver el nombre, quedó perpleja. Era Cristian. El primo de Andrés. Era un piloto de carreras de nivel mundial, y también un mujeriego. Joaquín arrugó la frente. —Él no sabe de negocios, ni es un buen hombre, elige a otro. —No hace falta, lo elijo a él —respondió Marta con expresión tranquila. Cinco años atrás, en una ocasión durante una fiesta, alguien intentó emborracharla, y fue Cristian, que coincidió en pasar por allí como amigo, quien bebió en su lugar y terminó con una hemorragia estomacal. Lo llevaron al hospital y, en la cama, él le confesó que se había enamorado de ella a primera vista. Pero Cristian todavía era estudiante, y su carrera no tenía relación con los negocios. Marta, dedicada a su trabajo, rechazó su declaración. Jamás imaginó que, después de tantas vueltas, terminaría siendo él. Si el destino lo había dispuesto así, ella lo aceptaría. Marta luego le pidió a Joaquín. —Abuelo, por favor, infórmale a Cristian sobre el cambio de novio para la boda. —En cuanto a Andrés... se lo diré yo en persona. Joaquín asintió, y Marta se marchó. Esa noche, Cristian, con quien no había hablado en cinco años, la llamó. —Martita, ¿de verdad quieres casarte conmigo? La voz de Cristian estaba llena de una emoción y una incredulidad difíciles de ocultar, como si de pronto la vida le hubiera sonreído. —Si tú quieres, en la boda de aquí a un mes, el novio serás tú. —Pero necesito que seas un esposo absolutamente leal, tienes siete días para pensarlo; si no puedes hacerlo, dímelo. Lo que decía Marta era en serio, y colgó tras decir esto. A la mañana siguiente, Julia le llevó un paquete. —Jefa Marta, esto llegó de Lunamarca. Lunamarca era el país en donde Cristian residía temporalmente. Marta lo abrió y encontró dentro un collar y una correa para perros. En la nota, con una letra conocida, se leía: [Martita, te seré fiel para siempre]. Marta solo sonrió y tiró el paquete en un rincón. Andrés también le había prometido lealtad antes. Pero ahora, él había roto su promesa y se había marchado esa misma noche al extranjero a buscar a Viviana. Y durante la semana siguiente, no volvió. Marta también empezó a borrar todo rastro de él a su alrededor. El primer día, Andrés asistió como novio de Viviana a su ceremonia de graduación. Ante las bromas de los presentes, él y ella se besaron dulcemente. Él tenía una expresión muy devota en la cara, como si sostuviera un tesoro invaluable entre sus brazos. Marta, en cambio, cerró con Julia el contrato para unos terrenos en el sur de la ciudad, ampliando aún más la escala del Consorcio Mercurio. Al día siguiente, Andrés comenzó a viajar con Viviana. Fueron a los mismos lugares donde, en su momento, prometió a Marta que pasarían la luna de miel. Marta rompió la cooperación que estaba a punto de cerrar con Andrés, y buscó un socio aún mejor. ... Al sexto día, Andrés le propuso matrimonio a Viviana en Miraflores. Marta recogió y empaquetó sus cosas que quedaban en la casa de bodas. Los regalos que le dio Andrés nunca coincidieron con sus gustos, jamás los había mirado ni pensaba llevárselos. Al final, solo se llevó una pequeña maleta.

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