Capítulo 13
El piso no quedaba muy lejos del aeropuerto, y en apenas media hora ya había llegado.
La casera le explicó algunas cuestiones básicas y se marchó deprisa.
Antes de irse, rechazó el dinero del trayecto, lo que hizo que Sonia sintiera un pequeño calor en el pecho.
Abrió las ventanas, limpió todo a fondo y, después, preparó unos raviolis recién comprados para cenar.
El teléfono empezó a vibrar: su mejor amiga le enviaba audios uno tras otro: —¡Tienes que saberlo! ¡Diego está como loco! ¡Ha contactado a casi todos tus amigos y les pregunta uno a uno dónde estás!
El agua hervía en la olla y Sonia miraba los raviolis flotando, cuando de pronto recordó aquella noche lluviosa de hace tres meses.
Entonces, sufriendo una reacción alérgica, le envió un mensaje a Diego, pero él creyó que solo era una excusa para llamar su atención.
Ahora era él quien la buscaba por todas partes, parecía el argumento torpe de una mala película.
—¿Para qué me busca? Debería estar agradecido de haberse librado de mí.

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