Capítulo 23
Poco a poco, Saúl sintió que sus dedos se entumecían cada vez más, la escarcha en sus pestañas se hacía más espesa y sus movimientos cada vez más lentos.
Araceli palideció y rápidamente lo abrazó fuertemente.
Ella lo calentaba con el calor de su cuerpo mientras golpeaba suavemente su cara con las manos.
—Saúl...
—Saúl... por favor, ¡aguanta! ¡No te duermas!
—¡Definitivamente no te duermas!
Justo antes de que cerrara completamente los ojos, una gruesa capa de nieve fue bruscamente apartada.
Una luz cayó del cielo.
—¡Lo encontré!
—¡La gente está aquí!
Saúl despertó de nuevo, levantó la mano para cubrirse los ojos, deslumbrado por la luz de la lámpara sobre su cabeza.
Al verlo despierto, Zulema, emocionada, llamó al médico del pueblo.
Debido a la avalancha, la única carretera que salía del pueblo y conectaba con el mundo exterior estaba cortada.
Así que ellos todavía estaban temporalmente varados en el pueblo.
Aunque él y Araceli habían sido sepultados por la gran

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